«Nada puede sacarnos de
nuestro estado de ensoñación como el silbido del viento en una tarde de otoño».

La tarde es caprichosa y, de repente, de un día a otro la luz cambia. Rápidamente se esconde y da paso a la noche más oscura. El suave murmullo del aire se trastoca en viento frío, otoñal, que pasa por nuestro lado dejándonos con la sensación de una destemplanza interna, incómoda y reveladora. Hemos cambiado de estación.
Asi, de repente, y sin solución de continuidad,
uno traspasa las barreras del tiempo y de pronto, es mayor.
– «Depende para qué, depende para
quién…» me dirás. Y yo, sonrío.
– “Aún no lo has visto bien de cerca…”
Se llega a ser naturalmente mayor cuando entras en ese rango de edad en la que tu salud, empieza a ser determinante de tu suerte. Puedes sentirte lejos aún pero con ese riesgo que hace que veas la muerte pasar algo más de cerca. Tan cerca, que presientes el frio, el atardecer y la noche.
Quizá nunca te habías preguntado por la muerte pues era algo lejano y casi ajeno. Ahora está aquí, al lado, y se reparte de modo desigual y caprichoso. Entre el miedo general y el miedo propio, casi no existe espacio. Hoy puedes ser tú y mañana, otro; y en esa ecuación de contagios, cifras, datos, empiezas a verte reflejado.
Puedes ser tú mismo el que se quede en el próximo recodo del camino; ese camino que desconoces mientras andas. Ser consciente te ayuda a sentir el viento, a valorar el atardecer y la sensación de frio. Vivir- al fin y al cabo- cada día y cada tarde con su atardecer correspondiente. Y mañana, otro día y otro atardecer similar y distinto pues pertenece a una realidad nueva que está por vivirse.
De todo este dramático escenario en el que desarrollamos ahora nuestras vidas, sin caminos, ni viento, ni estaciones…Sin sensación de frio y viendo el atardecer llegar desde detrás de una ventana, puedes sentir el silbido del viento. Y ser consciente de la sonrisa que no regalaste, la caricia que no salió de tu mano o la palabra de aliento que se quedó en la antesala de tu boca.
Del corazón frío que no estuvo al lado del que sufre, del planteamiento egoísta con los tuyos, de aquellos “deberías” que nunca llegaron a ser hechos concretos, de los agobios vanos y de las penas simples.
Mientras el viento sople, sigues teniendo una nueva oportunidad de remediarlo.