Mi madre, gran mujer, trabajadora incansable, compartió vida, azares, logros y sufrimientos con un hombre adelantado a su tiempo y que creyó firmemente en que la igualdad se conquista con un esfuerzo «conjunto”. Y creer significa pasar de la teoría a la acción de modo práctico y real.
Y ahí está la clave: nada más y nada menos.
En una familia de mujeres – por ambas partes -que trabajaron y mucho, mi hija será la quinta generación de mujeres «distintas»: no dieron opción a ser ayudadas, sino que supieron hacer entender que el camino es siempre cosa de dos. Y optaron por un trabajo fuera de casa y también dentro de ella, pero acompañadas de los hombres adecuados. Y aquí creo que está la madre del cordero: que aquellos que comparten o han compartido nuestras vidas entiendan que convivir no es solo «vivir con», que compartir no sólo es «ayudar» y que la responsabilidad no tiene por qué tener siempre un único nombre y que éste, sea de mujer.
No hay tantos hombres que animaran a trabajar fuera de casa cuando la mujer no lo hacía » por convencionalismo social «; que asumieran el cuidado de sus cinco hijos y de su exigente trabajo, implicándonos a todos – ¡no había otro remedio! – en la vida diaria normal. Que asumiera el cuidado de todos nosotros para que ella estudiará una oposición y lo devolvió aprobando dos de golpe…Que ejerciera de padre «full time», incluidos los domingos, llevándose a sus hijos al monte a caminar…y ella devolvió, entre muchas otras cosas, amor con cuidados extremos hasta el último suspiro.
Ellos eran así…un equipo, una dirección bicéfala, pero de claro y meridiano objetivo único común. Y solo así seremos capaces de asestar el cambio social que exigimos a los poderes públicos, a los «de arriba» o cualquier instancia fuera de mi propio yo.
Profesiones poco comunes en sí mismas o en el momento elegido, siempre con la ayuda del compañero de vida, hacen que se impregne en el ADN y se trasmita igual que el color de ojos – sea esto dicho como licencia literaria, no me linchen, amigos, antes de tiempo-Y a eso debemos aspirar: a cambiar desde dentro la sociedad siendo un ejemplo vivo para generaciones futuras donde no se conciba sino como un claro caso de negociación única el devenir de una pareja en su trayectoria vital.
Hablo de mujeres y hombres, hablo de hijos y de trabajo, de esfuerzo conjunto mantenido en el tiempo y peleado hasta el final…Hablo de esto hoy porque así lo he vivido y el hacerlo me ha enseñado a enfocar la vida profesional – de modo simple y complejo a la vez-como profesional que soy sin que el género al que pertenezco determine cada decisión.