Pocos domingos son tan fructíferos como hoy en cuanto a grandes artículos…Sergio minué (lhttp://gerentedemediado.blogspot.com.es/2015/12/las-contradicciones-de-la.html), Maxi Gutiérrez ( https://medicinadefamiliaconblogpropia.wordpress.com/2015/12/12/medicos-de-familia-longitudinales-maxi-gutierrez/) y Raúl Calvo (http://medicinaenlacabecera.blogspot.com.es/2015/12/el-continuum.html) han hecho de la longitudinalidad y su reconocimiento un ejercicio de prosa brillante y de desnudez salvaje del alma acerca del ejercicio de la medicina y sus sentimientos.
Nos han hecho meditar acerca de cómo dedicarse a lo que uno se dedica, a sus cupos y sus enfermos, durante años, siempre los mismos, con las dirficultades que esto conlleva, vertebrando toda una vida personal y profesional que viajan juntas aunque a veces jueguen al escondite. Ellos lo denominan longitudinalidad que no es más que el compromiso personal con los pacientes y la interacción con estos, sus vidas y sus avatares, mientras dure nuestro mundo en el suyo. A veces son muchos años ( felicidades Rafa Olalde, Fernando Guzon y otros tantos conocidos..) a veces sólo un suspiro sustituto pero siempre con la decisión diaria de dejarse la piel por el paciente .
Somos lo que vivimos y lo que pensamos; también lo que sonreímos y lo que sufrimos; las noches oscuras del alma desgranando el abandono y otras, claridad extrema, fijando nuestras raíces.
En el eje de un helecho que vertebra su estructura, longitudinal y mágica que sostiene el alma misma de la hoja , estarían nuestros amigos ( y muchos otros desconocidos) ;la importancia de este eje es la solidez que le da y que permite otras formas y vivencias.
Fijémonos en el helecho: el «tronco» principal que le da base permite que de él salgan otros ejes y otras hojas que le dan su aspecto final : compacto, sólido, firme, seguro…;como aquellos que con su ejemplo hacen que se construya una medicina mejor, de la que salen nuevas ramas con nueva savia que continúan nuestro camino, generando frondosidad profesional.
Algunos somos como esa hoja última, minúscula, asida a cada pequeño eje y éste a otro y a otro más ,hasta nutrirse del principal pero que también forma parte de la estructura. Desde otro sitio y desde otro modo, pero parte del helecho en sí.
Yo no veo siempre a los mismos pacientes; mi trabajo consiste en cuidar del que sufre, una noche cada tres, velando por aquel que fuera del sistema en un ataque de nocturnidad furtiva, por un achaque de salud intempestiva, pueda llegar al nuevo día -ya recuperada ésta-hasta aquel que lo acompaña desde hace más o menos tiempo pero construyendo el sólido eje de su vida sanitaria.
Somos solo eso: pequeños jirones de ciencia y humanidad que, de la mano, surcan la noche bajo una sirena de luces que quiebra la noche. Morimos con el día, sin nombre, poniendo rumbo a casa con la satisfacción del deber cumplido: acompañar al paciente hasta su médico de siempre, manteniendo la salud y la integridad del mismo – a nosotros confiado- por el camino.
Sin nombres, con sonrisas, agotados; sin cupo fijo pero con vocación entera.
Pequeñas hojas de un helecho más grande que le da sombra al ser humano que sufre en una calurosa y húmeda noche cualquiera.