El final del año y la vuelta al trabajo nos hace reemprender la actividad laboral, en general, con nuevos ánimos. Una nueva etapa, un nuevo invierno, nuevos retos profesionales y enfermedades de siempre, vividas en las mismas estructuras y con iguales medios. Todo lo anterior nos asoma, sin apenas darnos cuenta, a un balance del curso asistencial pasado -olvidado ya tras el periodo vacacional- y a que generemos nuevas expectativas ante el futuro.
Todo igual, pero con posibilidad de cambio. Generar diferencia partiendo de lo mismo. Una posibilidad real de considerar que las cosas pueden ser diferentes si las hacemos de un modo distinto. Nueva actividad en el mismo entorno, nuevas metas e ilusiones sin cambiar de puesto, de lugar, de compañeros, de equipo…
Esto nos lleva a plantearnos que, quizá, no sea un cambio externo el motor necesario para dicho cambio sino una nueva actitud interior que no se escude en viejas costumbres, en el “siempre se ha hecho asi” o en el tan manido” para lo que me pagan…”. Hablamos de trasformaciones profundas, serias, internas y con repercusión inevitablemente externa, que en ocasiones requieren un cambio de rumbo con un decidido giro de timón personal y no necesariamente compartido por el resto. Ahí está la grandeza y la dificultad: asumir que el cambio debe ser personal y por convicción, no impuesto como un deber o una orden. Quien mejor que Diego Gracia para explicar esta necesidad de una vuelta al trabajo con la vista puesta en la excelencia profesional y en el profesionalismo[1] entendiendo este último como “ un concepto que hace referencia a valores y conductas que son la base de la confianza entre la ciudadanía y los profesionales de la salud”.
Conocimientos, habilidades, conjunto de valores, actitudes y conductas personales que se entremezclan con la empatía, la prudencia, la ponderación en el juicio y buena educación hacia nuestros pacientes en estado de vulnerabilidad. Vulnerabilidad con mayúscula en ocasiones y en otras tantas en negrita, padecida por el propio paciente o de modo paralelo por la propia sociedad en conjunto – vulnerabilidad social -en la que todos nos hallamos inmersos.
Las respuestas y modos de actuación en consecuencia no solo no son fáciles de descubrir, sino que es una tarea ardua. Algunos compañeros han reflexionado acerca de esto y más cosas en un informe que debería ser diseccionado con interés y conciencia firme de cambio y mejora, por todos y cada uno de nosotros.
En esta ocasión mi reflexión esta basada en un documento extenso y completo[2]: excepcional en si mismo y por las conclusiones que podemos extraer de modo personal para nuestro devenir laboral concreto, en un tiempo y espacio determinado, con normas escritas o no, que solo cada uno de nosotros conocemos y vivimos diariamente, en singular. Humildad, compañerismo, ilusión, compromiso y reflexión son algunos de los términos de los que los autores se valen para llevarnos a un análisis certero y positivo de una oportunidad real de cambio en tres ámbitos:
-Los retos actuales de las profesiones sanitarias
-La gestión de profesionales en las organizaciones sanitarias
-El entorno de futuro de las profesiones sanitarias
En esta ocasión no tengo nada más que añadir salvo invitaros a su lectura.
Fotografia: angel.aldasoro (Cádiz, noviembre 2017)
[1] Gracia, D: Como arqueros al blanco. Estudios de bioética. Ed. Triacastela. Madrid: 2004.
[2] Profesionalismo en salud. Informe técnico EASP.2017