«En este mundo traidor
nada es verdad o mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira…»
Ramón de Campoamor (1817-1901)
Lo relativo es consustancial al hombre. También lo diverso, lo distinto y lo singular. Relativos son los pareceres acerca de las cosas y las personas, según nuestro punto de vista. La misma persona, por ejemplo, puede ser alta o baja según con quien lo comparemos.
Yo misma soy muy bajita (1,69 cm) comparada con mi hijo Javier (2.08cm) pero soy alta comparada con otra persona (que mida 1.50 cm).Mi medida no cambia; tampoco mi naturaleza. Es la comparación la que me otorga un título totalmente relativo. Por eso, puedo ser alta o baja, delgada o menos delgada, joven o mayor incluso en el mismo momento y sin cambiar de habitación.
Por tanto, las cuestiones que planteamos como relativas surgen siempre dentro de una comparación. Y esto que pude tener su importancia como acción de dimensionar las cosas, pierde su valor en el hecho mismo de la comparación donde da igual quien sea el alto o el bajo, el simpático o el hosco, el joven o el mayor. Todo es siempre relativo como término de comparación.
Sin embargo, y a la vez, somos simultáneamente iguales- en dignidad- y diversos, distintos y singulares en lo particular, como expresión de esa misma dignidad que compartimos.
Hoy en Dia de la Discapacidad con esto bastaría.
Iguales en dignidad, derechos y oportunidades. Distintos en la expresión de esa dignidad humana que compartimos. Diversos en la expresión de capacidades y funcionalidades – no por ello menores, sino distintas-. Y singulares como expresión de nuestra diferencia genética y ambiental que condiciona nuestra forma de ser y de vivir.
Iguales, diversos, distintos y singulares. Todo depende del color del cristal…
Nada que añadir.
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